Roma nos ha dado más que historia y belleza. Del 5 al 9 de marzo, emprendimos un viaje especial con motivo del Jubileo del Voluntariado. Una experiencia que ha estado marcada por el servicio que realizamos en nuestro voluntariado.
Peregrinamos 19 voluntarios de Capiunt y CaixaBank hacia la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, un gesto de renovación y compromiso con nuestra labor. También asistimos a la misa que se celebró para los voluntarios en la Plaza de San Pedro. Fue un momento de unión y gratitud compartida con miles de personas de todo el mundo.
Han sido días especiales, vividos con intensidad, aunque sin la presencia física del Papa. Sin embargo, su mensaje y espíritu estuvieron presentes en cada oración, en cada gesto de solidaridad y en cada encuentro que nos recordó el verdadero sentido de nuestra misión. De sus palabras nos quedamos con las siguientes: «En vuestro voluntariado servís a las personas sin serviros de ellas. Sois el jardín que Dios ha soñado para este mundo, y que sigue soñando» de la homilia del 9 de marzo.
Roma nos acogió con su grandeza, pero sobre todo con el reflejo del amor y la entrega que dan sentido a nuestro voluntariado. En estos días, hemos experimentado que las personas tienen una gran sensibilidad para dar a quien necesita de una ayuda y cómo estos actos otorgan una gran felicidad a quien los acoge.
Un reflejo de ello, lo hemos vivido en primera persona con Marta. Viajaba en nuestro grupo junto a sus padres. Ella padece una discapacidad grave. Ha experimentado el cariño y ternura de tantísimas personas, desde los caraviggeri -al cederle siempre el paso para que no se agobiase en las filas- hasta Antonio, el taxista que nos trasladaba de un lugar a otro, y parando su coche se bajó para comprarle un ramo de flores a Marta. Ramo del que no se separó en todo el día porque había percibido que era fruto de un gran amor. Sin dejar de mencionar, a las personas de control del Panheon que cerraban la puerta cuando llegábamos, pero al verla ampliaron el horario solo para que ella y sus padres traspasaran sus enormes puertas de bronce y entrasen en el interior para contemplar el monumento más célebre de la Roma antigua.
Volvemos con una esperanza fuerte de que el mundo es posible que vaya a mejor. Cada acto de servicio es una puerta santa que se abre en el corazón de quienes ayudamos. No solo se da una ayuda material, sino una forma de acercar a las personas al amor, la solidaridad y la dignidad. Damos la oportunidad de experimentar algo sagrado: el amor desinteresado.



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